No pongas el carro delante del caballo.

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¿Para que sirve el TCC?.

Hacer formas no es un objetivo, sino un medio para alcanzar los fines que persigue el TCC. En mi caso, lo que me enseñaron fue que estos fines son Longevidad, Salud y Habilidad Marcial, que los tres son indisolubles de la práctica y que fallar en uno es hacerlo en todos y por lo tanto, estos son los son los objetivos que yo busco con mi práctica.

¿Pero es que el fin del TCC no es relajarse?. Pues no. La relajación es una condición necesaria (y no suficiente), para la práctica del TCC. Y por eso, por ser necesaria, es una habilidad que hay que desarrollar con el entrenamiento. Pero el relajarse «haciendo Taichí» ni es fácil, ni es el método más rápido para conseguirlo. Por otro lado, lo que se entiende por «relajación» en TCC es bastante diferente de lo que se suele pensar entre la mayoría de las personas. La idea en TCC es algo muy alejado de las connotaciones de «no hacer nada y estar distraído» que se suelen asociar al término «relajación».

Muy al contrario, cuando en TCC se habla de «relajación» se suele usar el ejemplo de «tener la actitud de un gato acechando a una rata»… La idea es tener una mente muy concentrada en lo que haces, pero evitando la tensión muscular innecesaria. El gato simplemente espera, pero cuando aparece la presa, ataca sin preparación previa, pues «ya estaba preparado». como se puede ver, «relajación» en TCC no es lo mismo que en la acepción habitual de la palabra en nuestro idioma y cultura. Desde su marcio marcial, la relajación, tanto física como mental y emocional, es lo que permite a un practicante en una situación límite, actuar de un modo sensato y salvar su vida, ya sea en un enfrentamiento, ya en la toma de decisiones cruciales.

Volvamos al tema de «la forma». TCC es un complejo método, de origen e inspiración marcial, con métodos propios de un arte marcial y entre ellos pero nunca de modo exclusivo, la práctica de formas. Muy al contrario, la práctica del «chipengong» (trabajos de base), deberían de ser el núcleo de nuestro entrenamiento y la práctica de formas ir indisolublemente unida a la del tuishou (empuje de manos) y aplicaciones.

Por desgracia hoy proliferan los «repetidores de formas de taichí», que una y otra vez repiten «formas muertas», dejando de lado cualquier otro trabajo, que pudiera darle «vida» a las mismas Frente a esta «pobre» visión  destaca la escasa presencia de practicantes-estudiantes de TCC, con un trabajo «global» y un entendimiento y estudio de las formas según un programa con métodos y fines claros.

Se distinguen dos grupos diferentes entre esta modalidad de «repetidores».

Por un lado tenemos a las personas que buscan ciertos objetivos «intangibles» y que piensan que la repetición sin sentido y sobre todo si el menor entendimiento de esos movimiento que practican, se los van a proporcionar. Me dan cierta lástima las personas que viven engañadas en esa búsqueda imposible (les faltan todas las herramientas necesarias y la única que tienen no la saben usar de modo correcto).

En este grupo también encontramos los que aspiran a conseguir logros propios del TCC más tradicional, como los indicados al inicio del artículo, pero que se limitan a la práctica de formas «muertas», ya por desconocimiento de todo lo demás que lleva a aparejado el sistema, ya por la creencia firme de que su práctica puede prescindir de esas otras facetas y elementos y seguir siendo válida para alcanzar dichos logros.

Unos carecen de objetivo y los otros de métodos para alcanzarlos.

Por otro lado, tenemos la irritante actitud de aquellos que pasado el tiempo y con la certeza de que no obtienen nada mediante ese método, perseveran y encima transmiten su vacía metodología a nuevos «futuros practicantes frustrados»… o peor aun, conscientes de la pobreza de sus logros, viven satisfechos con su insulsa práctica, en lo que supone un desperdicio de conocimientos (las formas) y de posibles talentos (los estudiantes), embarcados en una vía muerta.

En otra vertiente, absolutamente separada de los anteriores, tenemos la vertiente deportiva de formas, en las que se practican formas por la propia práctica de las mismas, con criterios olímpicos de «mas alto, más fuerte, más rápido…», en su versión propia de «mas similar al estándar de la federación X» y guiándose por criterios estéticos y de dificultad física por encima de cualquier otro.

Sus practicantes cuentan con mi respeto en el mismo grado que un deportista de suelo de gimnasia deportiva (aunque prefiero a estos últimos). No entiendo que usen como coreografía de sus ejercicios algo que no nació destinado a la mera repetición, a la estandarización ni a la recreación visual, sino al mantenimiento de la salud (algo diametralmente opuesto a la práctica deportiva de competición), la longevidad (excluida en el mundo de la competición) y la habilidad marcial (ajena a una práctica exclusiva en solitario, sin interacción con compañeros y/o rivales reales). Sin embargo, tienen una virtud que se mide en los litros de sudor que su actividad les requiere, la constancia y el esfuerzo. Y por ello aunque nunca apoyaré la existencia de la competición de formas, sus practicantes, uno a uno, tendrán mi respeto por lo que son, deportistas que se esfuerzan.

Mi consejo a los que se inician en el TCC, es que tengan claros cuales son sus objetivos con la práctica y que sean razonablemente fieles a los mismos. Que busquen una escuela que persiga objetivos al menos similares y que sigan sus métodos. Las distintas prácticas son solo herramientas para conseguirlos, no tienen sentido en si mismas sin esos objetivos y practicar sin una orientación clara de que buscamos, es en demasiadas ocasiones una pérdida de tiempo, el propio y el de quien te enseña.

Evita poner el carro (los métodos) por delante de los caballos (tus objetivos), pues de otro modo, nunca llegarás a ninguna parte.

4 Respuestas

  1. Cesar Sanchez Hita

    Tus artículos siempre me resultan muy interesantes; es alentador comprobar que existen más personas en el mundo del TCC en concreto, y en el de las artes marciales en general, con ideas y opiniones parecidas a las de uno. Estoy totalmente de acuerdo en tu símil de «no poner el carro delante del caballo», pero me gustaría matizar algo, bajo mi punto de vista:

    La práctica de cualquier sistema de artes marciales, sea cual sea (y el TCC no es una excepción) debe incluir todos los aspectos teórico-prácticos que engloban el correcto aprendizaje de dicho arte marcial, incluyendo entrenamiento básico, acondicionamiento físico, desarrollo técnico propio del estilo, aprendizaje «tradicional» mediante rutinas preestablecidas (si las hubiese), preparación de combate (lucha, defensa personal, aplicación marcial, etc), conocimientos teóricos sobre historia y filosofía (todas las artes marciales se basan en algún sistema filosófico del que se basan sus principios éticos y morales), etc. (no sé si me dejo algo).

    Si cada uno de los practicantes del estilo que sea, tiene acceso a todos éstos principios del que para mí es el correcto modo de aprender/enseñar artes marciales, luego queda en los intereses personales y gustos de cada persona el elegir uno de los «métodos» y especializarse en él, dependiendo del objetivo que se persiga, para lograr una u otra meta. De éste modo siempre habrá buenos practicantes de artes marciales, y no sólo grandes deportistas. Y esto lo extrapolo a todos los demás niveles (longevidad y salud, habilidad de combate… etc), aunque yo en mi ejemplo he usado el de la especialidad deportiva.

    Muchas gracias.

    • antonioleyva

      Por supuesto, nada que objetar. Los intereses personales han de primar siempre, excepto cuando uno enseña. Ahí y sólo ahí, estamos obligados a dejar de lado nuestras preferencias y por contra dotar al alumno de la formación más completa que seamos capaces de entregarle.

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