El maestro Liu Zhenyuan (Liu Chen Yuan) nació en el año 1917 en la ciudad de Tientsin, provincia de Hebei. Tras la IIª Guerra Mundial, se exilió en Taiwan, donde ejerció tanto como militar como de profesor de Educación Física en la Universidad de Tamkang.

Sus últimos años los pasó en Brasil, junto a su hijo y finalmente en España, donde reside su hija y su familia.


LA FAMILIA DEL MAESTRO LIU Y SU INFANCIA.

El Maestro Liu, era muy reservado a la hora de dar datos concretos, ya fueran personales o sobre su familia. Sin embargo, era muy abierto a la hora de contar sus anécdotas o sobre su familia. Por lo tanto, es muy difícil tener datos concretos sobre fechas y personas involucradas, pero si gran cantidad de detalles sobre las historias en si.

Su padre , Liu Yuting, era un militar de fuerte carácter, muy estricto a la hora de educarle. Aunque no hemos encontrado datos sobre él, si que sabemos que era experto el Taijiquan del estilo Yang (llegó a instruir en este arte a Pu Yi, el último emperador), que viajó a estudiar el estilo de la Familia Chen a su localidad (Chenjiakou) y que tenía gran habilidad también en Xinyi quan, Bagua zhang y estilos de Shaolin (seguramente Lohan quan). Algunas de las anécdotas e historias sobre su padre que Liu nos contaba, indican que debía ser un formidable artista marcial.

Aunque Liu era de baja estatura, comentaba que su padre era muy alto, y que aun así, realizaba la forma completa de Taijiquan debajo de una mesa (una prueba tradicional en la familia Yang para demostrar habilidad con las posturas bajas).

Una demostración de Gongfu (habilidad y poder) que ocasionalmente ejecutaba en celebraciones y demostraciones familiares, era sentarse en un taburete, pasar una gruesa soga alrededor de su nuca y hacer que nueve alumnos colocados delante tirasen de ella, sin conseguir moverle en absoluto. Tal era su nivel en la “palma de hierro”, que había restringido su entrenamiento a la mano izquierda, la cual reservaba exclusivamente a “usos de combate”, pues tanto era tal poder, que podía sin darse cuenta romperle la mano sin querer a alguien al agarrarle. De ese modo mantenía aun la derecha en rangos más “normales” para poder así tocar cosas y personas sin lastimarlos.

En una ocasión, unos “bandidos” entraron en la casa para asesinar a la familia (teniendo en cuenta que se refería a la convulsa época de los inicios de la era republicana en China y que su padre era militar, tal vez “sicarios” fuera un término más acertado). Liu recordaba a su padre manejando un largo bastón de una punta, neutralizando a los intrusos y expulsándolos de la casa hacia el patio. Al último de ellos, le lanzó una estocada a la entrepierna, que el bandido esquivó quedando “montado”sobre la punta del bastón. Liu comentaba como su padre con un corto movimiento, lanzó a su oponente a la calle por encima de la valla. Supongo que por experiencias como éstas, es que su padre caminaba siempre con un bastón de madera. Lo que no sabía el resto de la gente es que ese bastón, era en realidad una barra de acero chapada en madera y que su padre manejaba como si careciera de peso.

En las clases de su padre, la práctica siempre se iniciaba con una sesión de Ma Pu (posición del caballo). Así, el principiante junto con el resto de los alumnos tenía que aguantar durante un tiempo no inferior a una hora. El tiempo se medía por el toque de un gran tambor, como los que se utilizan para la danza del león, con el que uno de los alumnos marcaba el ritmo. Tal y como explicaba de un modo muy gráfico el maestro Liu: “Pun, Pun, Pun, uno, Pun, Pun, Pun, dos…”, así hasta llegar a mil toques. Por supuesto, ni había ni se permitían pausas o descansos durante este entrenamiento. Y no era más indulgente con su hijo Liu, a quien instruyó desde la infancia en Shaolín y Taijiquan.

El maestro Liu contaba que de niño en una ocasión, mientras practicaba San Kai Tai, una dura variante de Ma Pu que se realiza de puntillas y con los brazos en alto, pidió permiso a su padre para ir al lavabo. Éste le dijo que podría hacerlo una vez terminase de quemarse la varilla de incienso con la que medían el tiempo de práctica ese día y le obligó a continuar en la posición hasta que no pudo más y se orinó encima. Azorado se lo dijo a su padre, que le indicó que fuese a lavarse y cambiarse.., una vez terminase el tiempo establecido y que después volviese para continuar con su entrenamiento. También le obligaba durante su infancia a practicar las formas de Taijiquan debiendo realizar tres repeticiones de la forma cada día. En caso contrario, no se le permitiría comer nada ese día.

También comentaba como durante su adolescencia, el padre le hacía dormir sobre una estrecha tabla de un palmo de ancho, para “fortalecer su concentración incluso durante el sueño”. Durante el final de su infancia y en los inicios de su adolescencia, a Liu no le gustaba el Taijiquan. En algún momento se lo comentó a su padre, quien le preguntó que estilo prefería entonces, decidiéndose por el sistema de Shaolin Lohan quan. Esta preferencia por el estilo “duro” de Shaolín, duró unos años, hasta que un día perdió estrepitosamente una pelea…, con su hermana pequeña, que le dejó literalmente tendido en el suelo. Teniendo en cuenta que por esa época, él ya era un temido y pendenciero luchador, esta experiencia le hizo reflexionar y volver a entrenar Taijiquan con su padre y el resto de la familia.

No contaba demasiado sobre su madre y hermanas, pero hay dos anécdotas sobre su madre. En una ocasión, un perro agresivo entró en la casa. La madre, ya de cierta edad, de un salto con los pies juntos (debido a la vestimenta) se subió a la mesa de la cocina, mientras pedía a los familiares que sacaran al perro. En otra ocasión, un vendedor ambulante mostraba su género (cacharros de cocina) cerca de su casa. Al ir a coger uno de ellos para verlo mejor, el vendedor le agarró de la muñeca diciendo que no se podía tocar. Hay que mencionar que tocar a una mujer que no es de la familia, era un acto muy agresivo y poco educado para la mentalidad china de los años 20 del siglo pasado. Su madre con un simple gesto del brazo y sin soltar la pieza de su interés, realizó un explosivo “fajin”, mandando al vendedor un par de metros por el aire, mientras le decía algo como “Si rompo pago, pero quiero tocarlo antes de comprar». Al día siguiente las vecinas le contaban que al irse ella, el vendedor preguntaba aterrado quién diablos era esa mujer, contestándole entre risas, que se trataba de alguien pe3rteneciente a una familia «peculiar». Un detalle curioso al respecto es que su madre, tan solo conocía la primera serie de la apertura de la forma, que constituyen apenas unos siete movimientos. Con sólo ese conocimiento y su entrenamiento constante, podía realizar estas hazañas.


ADOLESCENCIA Y JUVENTUD.

En su adolescencia, Liu siempre estaba dispuesto a aceptar un desafío o a intervenir en una trifulca. Su fuerte constitución y su entrenamiento marcial le hacían salir generalmente victorioso, pero cuando esto llegaba a los oídos de su padre le acarreaba severos castigos. Contaba que en esa época su entrenamiento “duro” le obligaba a pelear y que si no encontraba una buena pelea cada semana, se sentía enfermo. De ese modo, llegaba incluso a ofrecerse para “vengar afrentas” con tal de pelear. Su cuerpo, repleto de cicatrices en brazos y cuello, atestiguaban su violento historial del que no se sentía en absoluto orgulloso.

No siempre que nos contaba sus andanzas de juventud aparecía como vencedor. No se tomaba a sí mismo tan en serio, y en su afán por educarnos nos contaba todo aquello que pudiera ayudarnos a comprender la necesidad de mantener una actitud pacífica. En otra ocasión se había enfrentado a unos tipos de mala catadura que se estaban poniendo pesados con una señorita. Súbitamente cayó sobre él una lluvia de cuchilladas y a pesar de que pudo desviar varios ataques recibió heridas en hombros y antebrazos y perdió mucha sangre. Salvó la vida de milagro encerrándose en un portal y aquello le hizo tomar conciencia de lo fácil que era perder la vida por mucho que hayas entrenado y muy preparado que te creas.


ESCUELA ESPECIAL DE DEPORTES Y ARTES MARCIALES NACIONALES DE NANJING.

Liu se graduó en la Escuela Especial de Deportes y Artes Marciales Nacionales de Nanjing. Esta escuela fue el último intento del gobierno chino por conservar difundir y potenciar sus artes marciales de forma tradicional. En sus años de funcionamiento, apenas unos 500 estudiantes lograron graduarse y hasta hoy en día, mencionar entre maestros tradicionales chinos esta escuela y que el Maestro Liu fue uno de esos graduados, de inmediato hace que cambien el gesto y demuestren interés. En ella se dieron cita como maestros fijos y como profesores invitados, algunos de los más grandes maestros de la historia reciente y auténticas leyendas del Kuoshu (literalmente, «arte nacional»).

Son famosas sus dos competiciones, donde tal era la dureza de los combates que las lesiones graves y incluso las muertes durante su realización, estuvieron presentes. Allí, Liu estudió formalmente entre otros con maestros como Her Fusheng y Chan Wenkuan (Lohan quan), Lee Yungzhi (Baji quan), Fu Shunyun (Taijiquan) y Chang Dongsheng (Suiajiao)…, y donde pudo conocer y en algunos casos, participar de algunas lecciones con Chen Panlin (Taijiquan, Xinyi, Bagua, Shaolin), Sun Lutang (Taijiquan, Xinyiquan, Baguazhang), Yang Chenfu (Taijiquan) y tener por compañeros y “senior” a otros grandes de la historia reciente de las artes marciales chinas que también pasaron por allí.

BALONCESTO

Aunque esta Academia centraba sus estudios en las “Artes Nacionales” o “KouShu”, también se practicaban algunos deportes como el baloncesto, deporte que a Liu desde muy pequeño le apasionó hasta el punto de que en su adolescencia creó junto con otros jóvenes el equipo «Jih-hsin» (Progresar día a día), que se entrenaba en el solar de una serrería abandonada de Tientsin. A pesar de no tener ni siquiera entrenador en sus principios, fueron ganando fama en torneos juveniles regionales hasta llegar a derrotar en 1933 a los ganadores del Trofeo Cinco Universidades de Pei-p’ing (Pekín). En 1934 fue seleccionado para formar parte del equipo nacional de baloncesto, que aquel año quedó subcampeón de los X Juegos Deportivos de Asia Oriental (antecesores de los actuales Juegos Asiáticos). Con sólo diecisiete años de edad fue nombrado «As Nacional» y el campeón más joven de la selección de baloncesto china.

Citando el breve libro «En memoria de Liu Zhenyuan», editado a título póstumo tras su fallecimiento por miembros de la comunidad china que le conocieron en diferentes épocas de su vida y traducido por uno de sus alumnos españoles, podemos leer:

«No era alto, pero sus movimientos eran muy ágiles, tanto que los aficionados le pusieron el sobrenombre de “el tigre bajito”. Sus movimientos eran elegantes, su fortaleza física excepcional, lanzaba a canasta con asombrosa precisión, regateaba y pasaba el balón con tanta habilidad como si fuera una persona de gran estatura. Su compenetración con sus compañeros era perfecta y cada vez que jugaba se le podía ver volar por toda la cancha. A duras penas podían marcarle entre dos jugadores contrarios. Merece ser considerado un personaje excepcional de nuestro baloncesto».

En el año 1936, se envió una delegación de la escuela para realizar una exhibición de kuoshu en los Juegos Olímpicos de Berlín. Liu nos contaba que le ofrecieron entrar como participante en el equipo. Desgraciadamente su condición de capitán del equipo de baloncesto y compromisos previos en campeonatos internacionales, le obligaron a declinar la oferta, algo que no dejó de lamentar toda su vida. Decía le hubiera encantado poder complementar ambas experiencias.

Tras jubilarse y venir a vivir a España, formó aquí un equipo de chinos residentes en nuestro país, a los que aún entrenaba a los setenta años y que como era de prever, llegaron a campeones de la liga española de equipos chinos de baloncesto.


ETAPA MILITAR.

A la edad de 23 años, coincidiendo con el ambiente bélico y la agresión de Japón, interrumpe sus estudios y se alista en la Academia Militar del Aire en respuesta a la llamada a las armas del presidente Chiang Kai-Shek bajo la consigna «Cien mil jóvenes, cien mil soldados». Realizó la instrucción básica en la India y posteriormente recibió en Estados Unidos adiestramiento como piloto de bombarderos B-25.

En el anteriormente citado librito «En memoria de Liu zhenyuan», publicado tras su muerte podemos leer la historia más memorable de su etapa militar:

«Durante su época de servicio militar … llevó a cabo hechos honorables. Cuando Lu Han desertó, Liu, sin preocuparse por el riesgo que pudiera correr su vida, se enfrentó en el aeropuerto de Kunming con los soldados traidores, arrebatándoles un avión y realizando una gran hazaña, por la que fue recibido en audiencia por el Presidente Chiang, quien le felicitó personalmente. En 1950 fue nombrado Héroe de Guerra del Primer Ejército Nacional».

Él mismo nos contó acerca de este episodio que durante la lucha cuerpo a cuerpo, varios soldados que debían haberse quedado sin balas le ataron a punta de bayoneta:

«Sentí cómo una bayoneta me resbalaba sobre el pecho mientras la esquivaba y golpeaba al soldado que tenía delante con el revés de la mano. Noté que otra me rozaba la espalda y tras volverme golpeé al segundo y le vi caer al suelo. Otro que estaba cerca se retiró sin atacarme. Creo que salvé mi vida gracias al Tai Chi Chuan y en parte a que mi chaqueta de aviador estaba helada y las bayonetas resbalaban y cortaban el cuero, pero no se quedaron enganchadas en ningún momento, impidiéndome el movimiento. Y desde luego, a que tuve mucha suerte».

Existen fotos de la ceremonia en que fue condecorado, así como documentos que corroboran este testimonio.

En otra ocasión, tenía orden de bombardear un objetivo con fuertes defensas antiaéreas y otros prefirieron hacerlo desde cierta altura para no correr demasiado riesgo. Liu temía la muerte como cualquiera pero descendió a menor altura y pudo así destruir los objetivos marcados con riesgo de su vida, lo que le valió otra condecoración. Conviene señalar que no supimos nada de las tres medallas que había recibido hasta después de su muerte y que varias de las anécdotas que contaban eran diferentes momentos de la misma acción. Pero sí nos contó que a veces se preguntaba cuántas personas habrían muerto en las acciones en que participó. Aunque lo sentía como un peso sobre su conciencia, también decía que había tenido que cumplir con su obligación. Y si algo tenía claro es que no le gustaba la guerra.

En algún momento de su etapa militar, durante la guerra (a día de hoy aun no terminada oficialmente) entre La República Popular de China y La República China (Taiwan), Liu fue derribado y hecho prisionero. Como se trataba de una misión de guerra y de muy malos recuerdos, no dio muchos detalles, pero si contaba que estuvo en un campo de prisioneros al que llegaron tras una larga marcha en la que los prisioneros iban cayendo muertos en las cunetas por el agotamiento, enfermedad, hambre y mal trato. En su permanencia en el campo vivió en sus carnes los interrogatorios, malos tratos y pésimas condiciones de vida allí imperantes. De esa época es , aunque nunca lo supimos en vida, es que llevaba dentadura postiza, y que en el campo perdió la mayoría de dientes, por el escorbuto y los golpes. Pasado un tiempo, logró fugarse del campo y tras pasar un durísimo viaje por zonas de selva, consiguió llegar a una frontera “amiga” desde donde fue repatriado. En este tiempo se le había dado por muerto, siendo de nuevo galardonado por su acción con otra medalla al valor.


ETAPA PROFESIONAL.

Tras pasar por el ejercito aceptó la invitación de la Universidad Tamkang (en Taipei) para ser profesor de educación física, cargo que desempeñó durante cerca de veinticinco años, hasta que dejó el país y finalmente vino a vivir a España. Aquella debió ser una época feliz de su vida ya que, por lo mucho que le gustaba el deporte y la enseñanza, como profesor de educación física debió sentirse a sus anchas. Tenía algunos alumnos a los que también enseñaba Taijiquan, aunque no lo hacía demasiado abiertamente, puesto que entonces se concentraba en sus clases en la universidad y al mismo tiempo seguía aprendiendo él mismo. Hay dos historias de esa época, que merecen ser contadas.

Tenía aun estudiante en la universidad, que había sido suspendido por otro profesor. Por alguna razón, ésto suponía un gravísimo traspiés en la vida del estudiante que entendimos, se vería abocado a abandonar sus estudios. Liu fue a casa del otro profesor a pedirle como compañero que fuese razonable y reconsiderase su decisión. El otro profesor se mostraba inflexible y se negó a tratar el tema. Liu, le indicó, que se pensaba quedar en pie, a la puerta de su casa, hasta que cambiase de idea. Negándose a seguir escuchando, cerró la puerta y dejó a Liu solo en la calle. La cuestión es que ese día había un aviso por huracán en Taiwan y el viento arreciaba. El otro profesor, preocupado salió a pedirle a Liu que se marchase, porque la situación podía volverse peligrosa, pero Liu no estaba dispuesto a abandonar sin que su compañero cambiase de idea. Más tarde, cuando el viento era ya muy violento y Liu aguantaba sin moverse frente a la puerta, el profesor salió y le pidió que se refugiase, diciendo que aceptaba dar otra oportunidad al alumno. Finalmente, en la reunión entre el alumno y el profesor, que éste impuso que se realizase estando Liu presente, diciéndoles que daba esta oportunidad, no porque pensase que el alumno la mereciese, sino por respeto al valor y determinación de Liu y que si él arriesgaba la vida por este muchacho, algo habría en él que Liu veía y a él se le escapaba.

Otra historia, que Liu contaba al caso de la responsabilidad que implica el “Gongfu” (poder marcial) era la ocasión en que un grupo de estudiantes saltaban el potro siguiendo sus instrucciones. Liu, situado al lado del potro, vigilaba que lo hiciesen correctamente. Uno de los alumnos cometió un error y era evidente en el aire, que su caída iba a ser bastante accidentada. Liu instintivamente, le agarró para evitarlo, partiéndole ambos brazos con el apretón de sus manos al intentar cogerle. Muy avergonzado, fue al hospital a llevar unas flores al muchacho y a disculparte ante la familia. El punto “gracioso” es que los padres lejos de aceptar que Liu fuera responsable de nada, empezaron a regañar al hijo escayolado y en cama culpándole de “no hacer caso al profesor”. De esta anécdota (como de la mayoría que nos contaba), Liu pretendía dejar una reflexión, ética en este caso, sobre la responsabilidad que implica tener un determinado poder. En el caso que nos ocupa decía entre risas “a partir de ese día, si se rompían la cabeza, ellos solos, yo ya no me meto”.


APRENDIZAJE MARCIAL Y ANÉCDOTAS

Además de su periodo de aprendizaje con su padre y otros maestros en su infancia y juventud y de su paso por la Escuela Especial de Deportes y Artes Marciales Nacionales de Nanjing, en sus años en Taiwan tuvo la ocasión de conocer a diferentes maestros y practicantes y hacer amistad con expertos en Taijiquan y otros sistemas. Mucha gente había huido del continente y Taiwan se había convertido en una especie de «reserva» de las artes tradicionales, entre ellas varios estilos de Kuoshu, entre ellos compañeros y ex-profesores de la academia.

Fruto de esa situación de exilio y recuperación tras la guerra, la comunidad marcial “de alto nivel” en Taiwan, formada sobre todo por exiliados, formaban una sociedad que exclusivamente entre ellos y en esa época, rompieron con ciertas costumbres. De eso modo, la relación “alumno-maestro” entre ellos desapareció y por el contrario se fomentó mucho la de “hermanos marciales”, donde unos se enseñaban a otros. Aunque había maestros con rencillas entre ellos y enemistades, entre la mayoría predominaba un sentimiento poco habitual, al menos en intensidad, de compañerismo. Liu nos contaba que en cierto momento tras la guerra, durante la «revolución cultural», llegó a la isla un maestro de Mizhong quan (Estilo de la huella perdida). Los guardias rojos habían asaltado su casa de noche y matando a su esposa. Él logró huir llevando a su hijo en brazos y llegó a Taiwan “con un solo zapato”.

Hambriento, sin trabajo y con un niño pequeño a su cargo, vio una escuela de artes marciales y lanzó un tradicional reto de “cierre de escuela”. Consiste en que se desafía al maestro y si éste pierde, ha de cerrar la escuela y marcharse. El retador se queda con los alumnos. Éste maestro repitió la acción un par de veces, seguramente necesitado de alumnos para poder conseguir un lugar para vivir y sustento para él y su hijo pequeño. La reacción de otros importantes maestros al ver que un excelente maestro estaba haciendo ésto, fue pedirle que dejase de lanzar desafíos, remarcando el hecho de que en la situación de pérdida acaecida por la situación en China, era absurdo pelear entre ellos. En su lugar, le proporcionaron un lugar para enseñar y alumnos para que empezase.

Tal vez esta historia le resulte familiar al lector. Ang Lee la cuenta en su fantástica película “Pushing Hands”, donde el director se la adjudica la adjudica al personaje protagonista con pocas variaciones.

Liu llegó a trabar gran amistad con el hijo de este maestro, que en una ocasión le propuso un combate de entrenamiento. El experto en Mizongquan, era increíblemente rápido en sus desplazamientos, entrando en la distancia, soltando una ráfaga de golpes y volviendo a salir de distancia en un instante. En la primera acometida, Liu se protegió como pudo y en la segunda, acortó aun más la distancia entrando en la fase de agarres (Shuaijiao) en la que Liu era un experto. Su amigo, salió de la distancia «escapando» de forma apresurada y entonces le preguntó a Liu si es que sabía Shuaijiao. Al responder afirmativamente, su amigo contestó que se había terminado el combate.

Durante este periodo, Liu estudió con muchos expertos, no dando por desgracia demasiados detalles ni nombres. De algunos sin embargo si tenemos constancia. En el Shuaijiao del siglo XX, hay un nombre que destaca y es Chan Dongsheng, considerado uno de los más grades maestros de este arte en los últimos siglos. Estoy convencido de que Liu estudió con él en la Escuela de Nanjing, pero también lo hizo de forma privada luego en Taiwan. Pese a que Chang le presentaba “como un igual”, Liu siempre consideró que Chang era su maestro y muy superior. Pocos meses antes del fallecimiento del maestro Liu, conseguimos unos videos de maestros chinos. Liu los miraba sin mucho interés, pero cuando en uno apareció Chang Dongsheng, entre lagrimas de emoción nos contaba que era su maestro.

Liu , siempre modesto, nos decía “en Taiwan hay un grupo de maestros realmente de alto nivel, de todos entre ellos, soy yo el mas mediocre , mientras se denominaba a si mismo con un gracioso y característico gesto añadiendo un “yo, small potato”. Esta modestia perpetua, que no le hacía justicia, hacía que no fuera muy conocido en el ámbito marcial fuera de ciertos círculos bastante selectos.

En una ocasión Chang Dongsheng le invitó a una cena de celebración relacionada con su escuela. Chang sentó a Liu a su derecha, gesto que a alguno de los alumnos de Chang que reconoció a Liu por su faceta deportiva en el Baloncesto y pensaba que esa era la la razón de la deferencia de Chang hacia un “famoso”, no le hizo gracia, haciendo algún comentario al respecto en voz baja. Chang sin embargo si lo escuchó y algo enfadado le comentó a su alumno que Liu estaba en la silla que le correspondía, pero que si alguien no estaba de acuerdo, daba su consentimiento a que cualquiera intentase levantarle y que si lo conseguía, podía sentarse en el lugar de honor.

En otra ocasión conoció al campeón nacional de Tuishou de ese año, que ignoraba el nivel de conocimiento y habilidad de Liu, ofreciéndose a “darle una clase”. A los pocos segundos de empezar a cruzar manos, Liu aplicó una técnica que mandó volando a su oponente, el cual en vez de aceptar su derrota, se quejaba de “esa técnica no era reglamentaria”. Es una de las pocas veces que Liu no fue paciente ni amable, escupiendo a sus pies y diciendo que un verdadero campeón no se excusa con esas idioteces y dándole la espalda se marchó. Años más tarde, viviendo ya en España, tuvo una experiencia similar aunque esta con un final mucho más meritorio.

En un viaje a Reino Unido, conoció a un profesor con gran habilidad en Tuishou, que le preguntó a Liu si sabía tuishou además de formas. La lacra de gente que sabe formas de Taijiquan y nada más, no es exclusiva de occidente. Liu le dijo, como diría de casi cualquier cosa, que “muy poco”. A los pocos segundos, Liu colocó un perfecto “Yen Ma Feng zhong” (Separar la Crin del Caballo Salvaje) que envió volando su oponente a un sofá cercano. Éste maravillado le pidió a Liu que fuese su maestro y se quedase en Reino Unido. Liu le dijo, por suerte, que tenía a su familia y alumnos en España y que viniese él. Se despidieron como amigos.

Con un deseo infinito de aprender que mantuvo hasta su último día de vida, Liu aprendió de cualquiera que tuviera ganas y algo que enseñar sin mirar demasiado el estilo.

Hay una historias de su infancia que atestigua que ya era así desde sus primeros años. De niño, con unos seis años, vio a un policía detener a un delincuente. Lo especial es que el policía había agarrado con tres dedos al delincuente por la mandíbula y este incapaz de resistirse, se veía manejado como un pelele. Liu, siguió al policía y al detenido hasta la comisaría y esperó en la puerta hasta que salió el policía al final de su jornada. Se dirigió a él y le preguntó si le podía explicar como había agarrado al delincuente. El policía sorprendido por la determinación del niño al esperar tanto tiempo en la calle, le indicó que eso era “el Gongfu del Gato” y le explicó un par de técnicas de agarre así como un ejercicio básico y su progresión, para desarrollar esa clase de poder. Más de 50-60 años después, él nos los explicó a nosotros tanto el método como las técnicas.

A lo largo de su vida, mantuvo numerosos “intercambios técnicos” con otros maestros. Uno de estos intercambios fue el que sostuvo con un practicante de Garra de Tigre. Este hombre vio a Liu entrenar y se acercó para saber si le gustaría que practicasen juntos. Al preguntar Liu que cual era su sistema, le explicó, que era “Garra de Tigre” y le demostró a Liu su Gongfu arrancando la corteza de un árbol con los dedos. Liu quedó sorprendido de su habilidad y poder, declinando el encuentro, pero el otro insistía en que se trataba de algo amistoso y que no quería nada de desafíos, solo un amigo con el que entrenar. El maestro Liu ya no se fiaba de las peleas amistosas y no quiso entrar en ese juego, pero finalmente aceptó y enseguida fue atacado. Liu esquivó el ataque gracias a su habilidad en pasos y golpeó con la palma en el rostro de su adversario, dejándole la marca de su mano. Enseguida se apresuró a disculparse, mientras el rival le decía que no había nada que disculpar, pero que ese encuentro le había hecho ver que pese a su gongfu era un “inútil”, mientras se daba golpes en la cabeza. Al contar la anécdota Liu comentaba en tono jocoso: «tenía un increíble Gongfu, pero sus desplazamientos no estaban a la altura, por suerte la pelea no siguió, porque la segunda vez podía no haberme salido tan bien, y el que se hubiese quedado sin cara habría sido yo». Nos hizo ver que por un lado había que respetar mucho el Gongfu (sobre todo el ajeno), pero que había que ser un artista marcial completo y no depender de una sola habilidad.

En una ocasión, Liu se encontraba presente en una reunión de maestros de artes marciales de Taiwan. Allí, cada uno realizaba una demostración frente al resto. Se encontraba sentado muy cerca del maestro que habían nombrado presidente de ese grupo, cuando un maestro del estilo del mono, realizaba su demostración. El presidente le preguntó que le parecía la demostración y Liu dijo que era bueno. El otro maestro con una mirada suspicaz le pregunto a Liu si conocía es estilo del mono, a lo que Liu respondió que no, pero señalándole con el dedo, el maestro-presidente dijo que “mentía”. “Tú sabes, ¡venga, a hacer una demostración!”. Aunque en ciertos momentos la imagen tenemos de estos ya mayores y respetables maestros suela ser muy sería, en realidad entre ellos se comportaban como un grupo de amigos.

Así que Liu, se vio “forzado” a realizar una demostración del estilo del Mono ante los otros maestros. Mientras ejecutaba su forma, el presidente preguntaba a hora al maestro del estilo del Mono que había salido antes, qué le parecía la demostración. Éste miraba con gran curiosidad y respondió; “Es estilo del mono, de eso no cabe duda, pero una variante que no he visto nunca”. Durante la cena, se acercó a Liu para preguntarle por su estilo y Liu le confesó que no había querido hacer esa demostración y que solo la insistencia del presidente le había llevado a mostrar en público esa forma, que aun estaba aprendiendo y que no se consideraba preparado para mostrar nada. El experto del mono le preguntó que donde aprendía y Liu con cierta picardía le indicó que podía presentarle a su maestro si quería y que fuera a visitarle a su casa otro día.

Al poco tiempo, el maestro del estilo del mono concertó una cita y le visitó. Liu le llevó al jardín de su casa, donde tenía un mono amarrado con un collar y una cadena a un poste. Le explicó que ese mono llevaba mucho acercándose a comer a su casa (en la isla hay monos similares a los macacos) y que con el tiempo el animal, aunque salvaje, se había hecho bastante dócil. Liu le dio un poco de fruta al mono y después con una vara, se puso a “incordiarle”. Mirando sus reacciones, Liu copiaba sus “técnicas” y las iba incorporando a una forma. El otro maestro se despidió poco después con “sentimientos encontrados” por lo que había visto.

Con mucha curiosidad, le preguntamos a Liu por su “sistema del mono”, pero nos dijo con una sonrisa burlona que lo dejó al poco tiempo. Al parecer un día el mono se enfadó y le agarró de la mejilla, con tal fuerza que casi se la arranca decidiendo Liu decidió dejar el aprendizaje de ese estilo y sobre todo a ese «maestro».

Un día mientras íbamos a empezar la clase, ojeábamos una revista de artes marciales en cuya portada aparecía un famosísimo maestro del estilo Yang de Taijiquan. Liu al ver la foto reconoció de inmediato al maestro mientras decía con evidente respeto su nombre. Le preguntamos si le conocía y respondió que si, pero con esa sonrisa que hacía saber que detrás había otra historia. Más tarde, en un restaurante con un grupo de alumnos de su confianza, le volvimos a preguntar si se conocían. Liu nos explicó que este maestro, en una ocasión pasaba examen en Hong Kong, que en ese tiempo era aún colonia inglesa y una ciudad que Liu si podía visitar en China sin miedo a ser detenido por el gobierno de la República Popular de China.

El esquema de examen de ese maestro era el siguiente. Se pagaban las muy elevadas tasas de examen y aquel maestro, sentado en una mesa, miraba la ejecución de la forma por parte del examinado. Cuando había un fallo, el examinador interrumpía la prueba, se levantaba y corregía el fallo. Ahí terminaba el examen. Al llegar Liu, empezó su forma y la terminó sin ser interrumpido. El maestro le miraba extrañado sin decir nada y finalmente Liu le pregunto que qué tal estaba el examen. Por respuesta solo recibió una pregunta; “¿Tú quién eres?. Entonces Liu le hizo saber que ambos ya se conocían de niños, en alguna visita entre sus familias. Aunque no contó la historia, parece ser que alguna liaron los dos de niños y que se libraron, o fueron castigados, por lo que ninguno la olvidó. Al reconocerse, el maestro anuló el resto de exámenes, hizo se devolviesen la parte de las tasas que le correspondía del pago, diciéndole a Liu que se tenían que poner al día, marchando a comer juntos. Allí en el restaurante, mientras que ambos alababan la habilidad uno del otro y de sus respectivos padres, por debajo de la mesa se daban y bloqueaban patadas y se lanzaban como “por descuido” al gesticular punzadas a la cara con los palillos que el otro bloqueaba también “sin querer”. Alucinando con la historia le pregunté a Liu si eran muy jóvenes cuando sucedió esta historia. Con su natural humor y como si fuera lo más normal, me dijo; “Si bastante jóvenes, 50 o 60 años…”.

Fruto de su labor como entrenador del equipo de baloncesto de jóvenes chinos de Madrid, éstos llegaron a la final (y ganaron) del campeonato de España de la liga de ciudadanos chinos, que se celebraba en Barcelona. Allí, la comunidad china, organizó una comida campestre y Liu paseaba con un amigo que le comentaba que por allí “había otro como él, que también sabía Taijiquan”. Finalmente vieron al hombre que estaba entrenando unos movimientos. Liu indicó que eso no era Taijiquan sino Xinyiquan. Más cerca y ante un brusco cambio de dirección Liu comentó “El Gato se sube al muro”, nombrando la técnica que realizaba el otro hombre. Éste paró de inmediato y dirigiéndose a Liu, le preguntó si sabía Xinyiquan. Liu le dijo que el sabía Taijiquan, pero que conocía la técnica de Xinyiquan como para poder reconocer lo más básico. El otro maestro pregunto si Liu entrenaba “Taiji para la salud”, o “marcial”, Liu, como de costumbre, respondió con un: “no, solo salud…”.

Durante la comida el otro maestro se las arregló para sentarse enfrente y cogiendo el vaso con la punta de los dedos hizo un brindis tradicional con Liu a la palabra de “maestro”. Al juntar los vasos, el otro maestro empezó a empujar con enorme fuerza, pero como decía Liu, “empujaba muy fuerte, pero yo le aguante”. Sin dejar de “empujar como demonios y sonreír como bellacos”, ambos empezaron a elogiar la fuerza y gongfu del otro. Finalmente y tras este reto del que sólo ellos fueron conscientes, el otro maestro se lamentaba diciendo que ya no quedaba nadie como ellos y que los jóvenes no querían aprender. Liu le dijo que el tenía un grupo de alumnos (españoles) en Madrid, pero el otro maestro solo quería enseñar a chinos y los jóvenes chinos no querían el rigor de su enseñanza. Liu le dijo algo como “ésto es lo que hay…”.

Como ambos maestros hace ya muchos años que pasaron a mejor vida, puedo contar esta historia. Liu y Zhengmanqing, como expertos marciales, se conocían, pero no se apreciaban demasiado. En una ocasión un amigo de Liu que llevaba dos o tres años entrenando un estilo de Shaolin, tuvo una discusión con un alumno de Zhengmanqing y organizaron una pelea de desafío. Liu le indicó que iba a perder, pero se ofreció a acompañarle. Casualmente Zhengmanqing también apareció por allí. Nada más empezar la pelea, el amigo de Liu soltó un puñetazo que dejó KO a su rival, para sorpresa de Liu y el resto de asistentes. Zhengmanqing, que era muy competitivo y de mal perder, se acercó a Liu para «felicitarle» por la habilidad de su “alumno”. Por más que Liu le indicó que no era su alumno, sino un amigo y que él solo era “testigo”, Zhengmanqing no dejaba de referirse al “alumno de Liu”. Preocupado por posibles represalias y/o desafíos del entorno de Zhengmanqing, Liu decidió llevarle una cesta de fruta como desagravio.

En Brasil y pocos días antes de dejar el país para volver a Taiwan y posteriormente radicarse en España, Liu estaba entrenando solo en un rincón apartado de un parque. Allí otro chino también de edad avanzada, se le acercó tendiendo la mano en gesto de saludo. En ese momento y sin el menor aviso, el otro hombre atacó al pecho de Liu con sus cinco dedos. Liu esquivó en gran medida el ataque, aunque fue alcanzado. Con Liu ya en guardia, el otro hombre sin decir nada, se marchó. Al llegar a casa y acentuándose con el paso de los días pudo ver cinco marcas negras, hematomas, que aparecieron donde el otro hombre le había golpeado. Ya en Taiwan Liu le mostró las marcas a un amigo. Liu estaba sorprendido de haber sido marcado a pesar de que poseía un alto nivel en la habilidad de “Campana de Oro” que en teoría le hacían invulnerable a todo tipo de golpes. Su amigo solo le dijo “Tu tienes Campana de Oro, pero menos mal que te quitaste, porque vete a saber que tenía ese en sus manos…”.


CONTINUARÁ…