La duda metódica.

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Hablando con un alumno me comentó hace unos días que desde hace un tiempo, vive en un cuestionamiento permanente con todo lo que hace y que cada cosa que aprende le sugiere nuevos interrogantes.

¡Pues me alegro!, eso significa que hago bien mi trabajo.

Recuerdo que una de las últimas lecciones que recibí de mi maestro, versaba sobre un concepto un tanto «sutil» del TCC, el «Chan Se Ching» o «Potencia de enrollar seda». Mi maestro, ante mi pregunta, realizó una pequeña sección de la forma, pormenorizando como se expresaba dicha potencia en cada movimiento. Al detenerse le pregunté: «¿y lo que sigue?». A lo que me contesto con un rotundo: «¡Eso lo estudias tú, que para algo tienes cerebro!». Aunque recuerdo perfectamente lo que me mostró, años después, en base a mi experiencia, he ampliado enormemente, tanto los detalles específicos que me mostró, como, y esto  mucho más importante, los que no mostró y yo he ido descubriendo con a práctica.

Existe una tendencia lógica en principiantes, a perseguir que nos den todas las respuestas a todos los problemas y cuestiones. Es evidente que un principiante, no tiene herramientas para analizar posibles opciones y variantes y que sus dudas suelen ir en el camino de «ésto es así, si o no?. Es evidente que en esa fase, la propia naturaleza de la duda, permite respuestas «tajantes» y que no dejan lugar a dudas.

Pero cuando un practicante empieza a madurar, sus dudas pasan a tener un aspecto más sutil y complejo y el maestro o profesor, sólo puede dar indicaciones al respecto, pero no puede dar respuestas tajantes, por la simple razón de que no existe tal respuesta «definitiva».

Cuando aprendes una forma, la misma «es como es» y no debes cambiarla, sino realizarla según el patrón que la determina. Sencillamente, si no se mantiene una mínima actitud estandarizadora, no hay modo de transmitir el núcleo de conocimientos. Sin embargo, lo que en su inicios es un «rígido contenedor», cuando se profundiza en el estudio, se transforma en una interminable colección de posibilidades de uso diferentes.  Y éstas, varían de persona a persona. Aunque todos hacemos «lo mismo», ninguno lo hace igual al resto. Físicamente, porque unos somos más altos o bajos, grandes o pequeños, rápidos o lentos, fuertes o menos fuertes… y eso determina como usamos las diferentes herramientas de las que disponemos.

Hay que asumir que «siempre queda mucho más por descubrir». Ese es el camino para la constante mejora y si nos dejamos llevar por el «eso yo ya lo sé», podemos tener la absoluta certeza de que en efecto, eso es todo lo que vamos a saber.

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