Habilidades Yang y Yin, deslumbrado por el Yang

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Los que me conocen saben que el énfasis de mi entrenamiento y lo que enseño, se centra en una palabra: «Chipen kung«, o lo que es lo mismo, «entrenamiento básico».

Muy relacionado con este concepto está el de «Kung fu«, (habilidad obtenida mediante un entrenamiento prolongado en el tiempo).

El entrenamiento básico, se va trasformando en habilidades, que al fin y al cabo es lo que nos interesa.

Existe el concepto de «comer amargo» o lo que es lo mismo, aceptar la extrema dureza del entrenamiento, superando la inclinación lógica y natural de abandonar. El simple hecho de mantener una postura «forzada» como «mabu» (postura del jinete), que es un entrenamiento habitual y básico, implica un esfuerzo considerable apenas pasan unos minutos.

Este «comer amargo» ha de tener contrapartida en los resultados y habilidades obtenidos, éste es el «dulce» que genera tanto «amargo».

En el TCC y en general en todos los aspectos de la vida, podemos establecer una dicotomía, dividiendo todo en «Yin» (pasivo) y «Yang» (activo). Aunque «Yin Yang» es mucho más complejo que «activo-pasivo» en esta ocasión limitaremos a estos términos su significado.

El TCC es tanto Yin como Yang, pero por naturaleza, el ser humano es mucho más consciente del Yang que de el Yin. En TCC, sobre todo en los inicios, pasa lo mismo.

El  trabajo de Zhangzhuang (mantener posturas), se ve por el principiante como un durísimo ejercicio (y lo es), donde pronto se hace patente que la fuerza y la resistencia son tanto capacidades necesarias, como potenciadas.

Todo el que practica por un periodo de unas semanas, observa como sus piernas se fortalecen, su vitalidad aumenta, su resistencia se incrementa…

Lo que pocos observan con la misma intensidad es que otra habilidad, esta vez «pasiva», también se incrementa. La relajación (Song), que es necesaria para poder sobrellevar el ejercicio. Sólo limitando la actividad muscular a lo estrictamente necesario, se puede progresar en el ejercicio. De otro modo, simplemente el esfuerzo no será asumible y nuestro cuerpo «fallará».

El problema es que mientras que la relajación, que es una habilidad «pasiva», se obtiene de un modo también «pasivo» y uno no es demasiado consciente, la fuerza, la resistencia, si son algo que se obtiene de un modo consciente, potenciando el coraje. Aunque este punto de la relajación se ve enseguida como algo «importante», muchas otras habilidades del mismo cariz, se desprecian y apartan, considerándose más un impedimento en la consecución de las obvias habilidades «Yang» que no unas deseables adquisiciones «Yin«.

Cuando esta consciencia se centra en lo obvio, el aspecto activo o «Yang«, corremos el riesgo de dejar un poco de lado el aspecto «Yin» o incluso de olvidarlo por completo. De este modo, el practicante persigue habilidades «Yang» en detrimento de las «Yin«. Y es un grave error. Yin-Yang son «opuestos complementarios«, y no simplemente «opuestos». Pero mientras que la realidad es que el crecimiento armónico en ambos aspectos de la dualidad es la meta final, en la práctica, tendemos a desear ya sea de forma voluntaria ya involuntaria, una cúmulo de beneficios y logros «Yang» y a despreciar los de naturaleza «Yin«.

La fuerza se potencia de modo notable con el entrenamiento básico, pero sin relajación, aunque nuestra fuerza sea destacable, el uso efectivo que podamos hacer de la misma, será mediocre.

La habilidad para utilizar la fuerza explosiva «Fa jing«, tiene un aspecto «Yang«, de emisión, de generación de una onda explosiva que es la que se utiliza para mover el cuerpo y golpear. Pero sin la habilidad «Yin» de «escuchar» (Ting) y «apuntar», carece de valor práctico.

La movilidad y velocidad (cualidades «yang») son necesarias y deseables, pero no más que la precisión y la economía de movimientos (Yin).

En TCC, usamos dos habilidades genéricas para todo, «Adherir», representada en alto grado por la potencia de «Peng» y «Evadir», representada a su vez por la potencia de ««.

Todo movimiento por lo general es combinación compleja de estas dos potencias fundamentales. Adherir es «fácil» de hacer. Una vez lo entiendes (tanto a nivel «intelectual» como «corporal»), no genera problema.

Evadir es algo que nivel intelectual resulta fácil de entender e incuso de aceptar, con frases como «lo duro venciendo a lo suave», etc. Sin embargo a nivel «corporal» no es fácil ni de hacer ni mucho menos de «comprender». Para muchos, ni siquiera es algo que se tenga la posibilidad de experimentar. Y sin embargo es la génesis del TCC de alto nivel.

No nos engañemos, las habilidades Yang son imprescindibles, pero no más, ni menos que las habilidades Yin.

El «Kung Fu» de un practicante suele ser medido por su capacidad para soportar esfuerzos, por su dureza, por su fortaleza, pero rara vez se analiza su habilidad para evadir, para escuchar, para interpretar, para disolver las fuerza del rival.

Son habilidades tanto o más necesarias que las «duras», por tanto y cuanto se necesitan antes de poder aplicarlas de un modo efectivo.

Voy a contar  una anécdota familiar. Al poco tiempo de iniciarme en el TCC (unos meses), mi maestro enseñó un ejercicio de qigong «duro» para fortalecer el cuerpo. Este ejercicio es muy simple, mantener ciertas posiciones estáticas, en tensión muscular y apnea «abdominal». Como mi maestro no hablaba español, yo no entendí correctamente un detalle de sus instrucciones, así que intentaba realizar una apnea de más de dos minutos y medio, que era el tiempo «estándar» para un practicante avanzado, no desde luego el modo correcto de practicar un principiante.

El problema es que esa apnea tan forzada, derivaba en un intento de «cerrar» en la garganta lo que debería haber sido un «controlar con el diafragma». Como resultado, la presión arterial, sobre el corazón y en la cabeza, eran muy intensos. A los pocos días de práctica, empecé a experimentar unos dolorosos e inquietantes  «pinchazos» en el corazón que podían llegar en cualquier momento sin importar si la actividad que realizaba suponía o no un esfuerzo físico.

Cuando se lo comenté al maestro Liu, de inmediato me corrigió, «recetando» un periodo de descanso y recuperación con énfasis en ciertos ejercicios de qigong «suaves» antes de retomar, eso si, con un racionamiento lógico del esfuerzo y el progreso, ese «duro» ejercicio.

Un año después de iniciarme yo, mi hermano pequeño se incorporó al grupo de alumnos. A los pocos meses me comentó que sentía unos pinchazos en el corazón que le hacían pensar que podía morir en cualquier momento…

Le pregunté por su régimen de entrenamiento en qigong y TODO eran ejercicios «duros». Razonaba que «si el qigong suave es bueno, el duro debe ser ya el no va más».

Esta vez fui yo quien le corrigió haciéndole ver que si nuestro maestro enseñaba ciertas cosas, era porque las consideraba necesarias y no por capricho y que el qigong «suave» era una de ellas.

Estos aparentemente inocuos ejercicios de «moderado efecto», tenía al menos dos funciones poco evidentes.

Más allá del efecto principal de tónico para los distintos órganos, hay una función que es la de «reparar» los daños que el propio ejercicio físico implica, ya por el propio desgaste que acarrea su práctica, ya por los «accidentes» que conlleva una ejecución errónea o descuidada.

Y otro aun más «sutil» si cabe. Estos ejercicios «suaves» incrementan la intensidad de las sensaciones propioceptivas, de tal modo que uno es consciente con mayor facilidad de los efectos de todo tipo, a nivel tanto de órganos como de estado emocional, permitiendo que efectos que para otros pasarían desapercibidos, nos resulten evidentes, de tal modo que podemos potenciarlos o minimizarlos según sean positivos o negativos en cada momento.

El énfasis en lo «Yang» nos lleva a contemplar la práctica de forma como una secuencia de «arranque y finalización» de cada movimiento, perdiéndonos «todo lo que pasa entre esos dos puntos». Cuando precisamente es el tener consciencia plena y permanente de lo que sucede y haces, lo que determina si entrenas o no de un modo correcto. Todos los «pequeños detalles» que hacen efectivo un movimiento, ya en su faceta marcial, ya como saludable ejercicio, son con frecuencia de naturaleza «Yin» y su «control» se realiza de un modo «suave» contrario a la activación intensa a través de la voluntad.

Ignoro si es nuestro cerebro son nuestros ojos los que tienen un diseño que les permite ser más sensibles al movimiento que ala quietud. Vemos un conejo corriendo por el campo, pero no a uno que se queda quieto a nuestros pies. Ese movimiento es «Yang» y es algo a o que somos muy receptivos, la quietud es «Yin» y simplemente es como si no existiera porque raramente la percibimos.

Se dice que un ladrón encuentra el dinero escondido tras un cuadro,pero pasa de largo sin darse cuanta cuando está sobe la mesa… Nuestra mente y en general nuestra actitud «innata» son como el ladrón, «ciego» a lo que no es «activo, intenso y premeditado». Y por eso adquirir habilidades «Yang» se nos da bien. Pero por el camino, nos dejamos inadvertidamente una ingente cantidad de habilidades y detalles «Yin«. Y en muchas ocasiones, cuando las percibimos, tendemos a considerarlas como «irrelevantes y carentes de valor».

Recuerdo que mi maestro era muy «pesado» respecto a esta clase de habilidades, que sistemáticamente solíamos dejar de lado, sin darles la importancia que en realidad tiene, en favor de habilidades «Yang«, que por lo demás, es que se nos daban bastante bien. Solo el paso de los años te hace ver que la razón de no progresas es que no escuchaste cuando te explicaban que el progreso estaba en esa en su día despreciada «tontería» de naturaleza «Yin«.

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