Os falta maldad…

publicado en: ARTÍCULOS | 10

Si. como suena, falta «maldad».

Entrenando TCC con amigos y compañeros, así como cuando lo enseño a mis alumnos, me asombro de la ingenuidad con la que se suelen interpretar la función de los movimientos y la evidente falta de intensidad y peligrosidad inherente a dichas interpretaciones.

Todo son suaves empujes, llaves de control y poco más, todo mu limpio, muy educado, muy «taoísta». Por ello, cuando te muestran un movimiento cuya función es romper el cuello a tu rival, o que un empujón si lo acompañamos de un «pisar el pie del rival», convierte una suave caída o desplazamiento, en un doloroso e incapacitante esguince de tobillo, si no algo peor, que un empujón al pecho con la palma, también es clavar los dedos en un ojo.., se suelen ver caras de incredulidad y «dudas» sobre lo «genuino» de tales técnicas, cuando no un evidente rechazo ante tan violentas y evidentemente «desviadas» interpretaciones, tan alejadas del original y pacífico arte del Tai-chi…

Es evidente que todo esto son tonterías fruto trasladar un conocimiento a nuestra cultura (o peor aun, a ciertas interpretaciones occidentales sobre la cultura oriental, con claros matices pacifistas y actitud «bondadosa») que le es ajeno y «apretarla» hasta que encaja en convenciones y típicos morales. En hacerla coincidir, no con lo que es, sino con lo que queremos que sea, aunque a todas luces, se trate de algo incoherente.

¿Por que hay esa imagen desvirtuada, en la que un arte marcial se transforma en una gimnasia para abuelas y en la que los restos de interpretación marcial, quedan en amables empujoncitos, más parecidos a una regañina o reproche que a aportarnos herramientas eficaces frente a un enfrentamiento violento con verdadera intención de hacernos daño?.

Es evidente que hay poca intención por parte de ciertos expertos en difundir las posibilidades más letales del uso de cada movimiento y en ello se puede ver tanto un evidente motivo ético, de no entregar herramientas peligrosas a gente problemática y sin autocontrol, como la egoísta actitud de reservarse el conocimiento para uno mismo. Y por supuesto, lo más habitual, que ciertas cosas no se enseñan porque no se saben.

Pero en este caso, lo que preocupa es la actitud del practicante que se niega a reconocer la violencia inherente a un práctica marcial, así como la evidencia física de que las técnicas están pensadas para hacer daño.

Dejemos por un momento el sistema de mano vacía y analicemos las armas. En TCC del estilo Yang, las armas «tradicionales» son tres. La más extendida es la espada recta, que por sus propias características, esto es, una hoja delgada y de doble filo, relativamente frágil, presenta unas características de uso alejadas de la fuerza y el vigor, siendo sin embargo la sutileza, la precisión, el «engaño» y en definitiva, la coordinación su principal característica. En la espada recta, la aplicación «real» no es «vistosa» y hay quien ve en su entrenamiento objetivos más «gimnásticos y artísticos» que de aplicación real. Y aunque no es mi percepción al respecto, hay que reconocer que esa visión no carece de cierto sentido.

Pero es que hay otras dos armas. La primera es el sable y aquí, aun existiendo sutileza, coordinación, etc, los movimientos tienen intención bien clara de cortar brazos, piernas y cabezas, así como de «ensartar» al rival. No hay lugar para especulaciones, la idea es en su uso es la de cualquier arma, matar o inutilizar de forma definitiva al rival. El otro arma, es la lanza (o el palo largo) y en este caso, resulta también evidente que no hay mucho margen a la «bondad» y la «armonía universal». La lanza, corta y ensarta, golpea y remata con el regatón de la misma y «no juega».

Con ese mismo espíritu de las armas, se crean las aplicaciones a mano vacía, que recogen las formas. Son técnicas que evidentemente pueden ser «reguladas» respecto al daño que infrinjan, pero que también es evidente, tienen la función de hacer daño y mucho.

Eso no implica que debamos ser unos sádicos que disfrutan provocando dolor , no van por ahí los tiros, pero si debemos ser conscientes y esmerarnos en comprender y estudiar las técnicas en toda su contundencia y «mala baba».

Me asombra ver como haciendo empuje de manos o un relajado cruce de técnicas, en ocasiones mi compañero tiene a su alcance un punto especialmente sensible y potencialmente «letal» y en vez de atacarlo (por supuesto con control), lo desecha abandonando esa ventaja, en la búsqueda de otro más «inocuo».

No se muy bien de donde surge esa actitud. Puede que estemos demasiado influidos por un «sano espíritu deportivo» del «juego limpio» y que luego no sepamos discernir cuando toca y cuando no hacer uso del mismo.

Puede que el TCC se haya contagiado mortalmente de un espíritu «New Age», en el que se permite que la «no violencia y el pacifismo a ultranza» rija incluso en actividades violentas… Pero no soy yo quien lo entienda ni promueva.

El TCC, como cualquier otro arte marcial, debe de ser contundente y definitivo en su expresión técnica y responsable e incluso razonablemente benévolo en su aplicación práctica, dirigida siempre por los lógicos principios morales de evitar la confrontación tanto como se posible y no hacer gala del ensañamiento. Pero hasta ahí. La contundencia y «malicia» de su aplicación, es algo a lo que no se debe renunciar, porque implica extirpar la razón de ser original de un arte marcial, su uso real en una confrontación.

10 Respuestas

    • antonioleyva

      Conozco algunos. Me gustaría pensar que mis alumnos están en ese grupo. Desgraciadamente, la tendencia mayoritaria es la contraria y parece que hubiera que aceptar que es la correcta, sólo porque su defensa no implica esfuerzo, sacrificio ni compromiso alguno. Por desgracia, tampoco implica demasiados resultados prácticos.

  1. bushidojo

    Como siempre, excelente Antonio. Desgraciadamente esos problemas no existen solo en el TCC sino en muchas otras disciplinas marciales que muchos practicantes y profesores pretenden descafeinar dia a dia pasando a convertir su trabajo en poco más que un juego gimnástico y/o coreográfico. lamentable.

  2. Fernando V.

    Me gusta lo que dices y apartir de ahora pondre mas atención, para desarroyar esa mala baba, no trabajar en ese camino (plena amplitud de conocimiento), desvirtua el arte, tambien como dices mucha gente lo rechaza o no tiene conocimiento por que sus instructores les da miedo tocar este tema, se le van los alumnos y pierden ingresos. Este arte marcial tiene que que situarse en el sitio que le corresponde, pero mucha gente no le da la seriedad que se merece.

  3. alexrchies

    Y hay algo más grave todavía. Esa actitud de maestros y estudiantes lo que hace es corromper el arte al, como bien dices, perder su razón de ser. A medio plazo, esta actitud no lleva a otra cosa que a la desaparición del TCC real. Nos quedará una gimnasia muy vistosa con escasos beneficios porque, más allá del ejercicio físico puro y duro, si no hay intención, no hay movimiento energético (ni TCC) y ¿cómo vamos a guiar la intención si precísamente la evitamos? La intención es, ni más ni menos, que golpear, controlar, inmovilizar, luxar, acuchillar, cortar … Si negamos estas aplicaciones, no hay intención, no hay energía y no hay TCC.

    No obstante, no hay cursos ni maestros que enseñen verdadero TCC (con muy contadas excepciones). El 90% de las «acciones formativas» en España se limitan a las formas. Y ya no hablo de aplicaciones marciales o armas, me refiero a algo más serio como fundamentos y ejercicios y teoría que ayuden a comprender profundamente el TCC. Probablemente esto sea porque la mayoría lo desconozcan y esto seguramente es debido, a su vez, porque no encontraron a quién se lo enseñara. Esta es la espiral que lleva a la pérdida de conocimiento.

  4. fernando

    Pues realmente compartimos muchisimas cosas, Antonio. No conozco muchos docentes del TCC que tengan el valor de decir lo que dices. Ciertamente pensar de esa manera nos transforma en apostatas por un par de razones. Una es, como bien dices, una intoxicacion de superficialidad new age donde encuentras una mezcolanza de yoga, step, pilates, libros de autoayuda… y no voy a citar ejemplos que «artes» fusionadas (para mi, una vision comercial, nada mas). Un viejo precepto alquimista dice que «si se mezclan dos fuerzas contrarias, se gener una tercera que destruye las otras dos». Personalmente, las mezclas solo para los cocteles, y aun asi…hay que saber hacerlas…
    La gente, sumergida en la ley del minimo esfuerzo («¡adelagace sin hacer ejercicio!» por ejemplo), en una sociedad de comida rapida y con el culto a lo instantaneo (la velocidad del mercado asi lo exige) no quiere saber nada de dejarse la piel entrenando.
    La otra razon es que hay muchos docentes que no conocen para nada la naturaleza marcial del TCC y hablar de estas cosas en muchos casos representa una amenaza para su «estatus». Entonces se dan una serie de fenomenos humanos desagradables…la gente, en vez de actualizarse y disfrutar aprendiendo se aboca a descalificar a los que intentan dar el arte sin restricciones comerciales.
    Tambien debo admitir que, si yo enseñase como aprendi…realmente estaria muy solo en mis clases.
    Entiendo que la manera antigua es poco practica en muchos aspectos, en otros es invaluable. El gran desafio es ser honesto y poder desarrollar un acercamiento al TCC que no «asuste». Encontrar ese equilibrio insume gran parte de mi energia como docente. Estoy convencido de que la gran difusion del TCC se debe sin dudas a que se lo mutilo en lo marcial, hecha esta mutilacion cualquiera puede decir que hace TCC.
    El TCC no es un arte floral, o espiritual o de expresion plastica. Es un ARTE MARCIAL, es decir, la funcion primaria es la supervivencia, asi de duro. Que la aparicion de las armas de fuego volviesen obsoletas ciertas hablidades y eso llevase a «espiritualizar» a las disciplinas marciales no significan que dejaran de ser lo que son.
    Curiosamente, al menos en mi experiencia, en cuanto las personas van entendiendo las aplicaciones, empiezan a sentir la comezon de «puedo hacerlo» y en algunos consigo que se vaya despertando el guerrero.
    Siento haberme extendido, espero no haber sido un pesado.
    Te envio un fuerte apreton de manos, deseando que algun dia pudiese ser en persona.

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