Os falta maldad II

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La práctica de artes marciales siempre ha sido para una minoría con capacidades fuera de lo común. Eso sin contar que además, su práctica solía circunscribirse a ámbitos bastante «cerrados» (estilos familiares, instrucción militar, estilos para ciertas «castas», grupos religiosos…) a los que no se podía acceder si no era por nacimiento o mediante un complejo, duro y con frecuencia aleatorio proceso de selección.

En el pasado, el que entrenaba artes marciales, era en la mayoría de las ocasiones algo que luego usaba, ya fuera de modo «voluntario», por trabajo (soldado, guardaespaldas, vigilante, bandido…), ya de modo involuntario pero «obligatorio», (asaltos, guerras, saqueos…), por lo que las cosas estaban bastante claras para los que aprendían artes marciales.

Hoy por hoy, cualquiera se puede apuntar a unas clases, sin más compromiso que pagar un cuota. Atrae una idea «romántica» de las artes marciales, que omite el proceso de formación y su aspecto «amargo», quedándose con la imagen de un sabio anciano, que llega la conclusión de que puedas o no, lo mejor es dejarse de broncas, guerras y otras hostias. Pero para llegar a esa conclusión por su camino, has de recorrerlo y no «saltarte etapas». Porque lo que para uno es una conclusión, para otros es un dogma que no se discute, dejándose en el camino, todas esas otras cosas que les atraían en su inicio, pero que resulta que cuesta bastante esfuerzo conseguir.

No creo que se deba hacer más aguerrido al practicante, más bien, es que ésto es solo para gente «aguerrida» por naturaleza y todo lo más que se puede hacer es revelarle ese aspecto «dormido» de su personalidad a quien lo tiene. El resto, me temo que están/estamos para pagar (sin saberlo) la enseñanza de aquellos que si que valen.

Ayer comentando con un par de alumnos sobre mi último artículo (Os falta maldad) y concluí que tal vez es culpa de una «herencia» cultural de la que no nos libramos. La tradición cristiana incluye un concepto, la «Resignación cristiana», que viene a decir que has de aceptar lo que te pase de forma sumisa y sin revelarte. Si bien hay mucho de razonable en que cuando las cartas vienen mal dadas no queda otra que jugar con ellas, también lo es que desde siempre «el poder» ha utilizado este concepto para perpetuarse y abusar de los débiles (por ejemplo, «Pepito Rey de Chorizolandia, por la Gracia de Dios»). Dentro del Budismo, también el concepto de «Karma», ha sido utilizado de forma perversa para controlar al pueblo.

Llega cierto momento en que la población occidental se «desapega» de la iglesia católica, anglicana, protestante, etc (pienso en los años sesenta como inicio de esta tendencia que continua hasta nuestros días). Inicialmente, se rompen los tabús y dogmas sobre las cuestiones más personales (sexualidad, uso de dogas, obediencia a los gobiernos y sistemas económicos), por parte de melenudos hippies. Pero ante la falta de «valores espirituales», que buscan para sustituir los abandonados, abrazan la «espiritualidad oriental», con espíritu de adolescente americana en un centro comercial, eligiendo a la carta aquello que les parecía «bonito» del conjunto de enseñanzas y rechazando lo que resultaba incómodo, creando por tanto una nueva versión de la idea original que resulta de lo más estrafalario.

Así las cosas, se habían librado de la «resignación», pero mantienen como valor inmutable el «poner la otra mejilla». Tengo la impresión de que esto se origina en personas en contacto con los maestros, pero que ni de lejos los entienden, ni desean entenderles, ni tampoco se «someten» a la dura disciplina del aprendizaje. O sea, gente que no sabe, que no se esfuerza, pero que tiene una «teoría espiritual» que justifica su mediocridad, transformando el «no puedo» en un mucho más vendible «pero es que en realidad no debo» .

Según pasa el tiempo, la «cultura hippie»se va diluyendo, aunque deja marcada la imagen que de la cultura oriental se tiene en el imaginario colectivo, junto con una concepción mercantilista propia de nuestra cultura que además es aceptada con enorme facilidad por los maestros orientales: [i]»No quieres esforzarte, no quieres obedecer, pero quieres que te enseñe. Pues ya que no va a servirte ti de nada, por lo menos que a mi me llene el bolsillo». [/i]

Por desgracia, los alumnos que mantienen la enseñanza «original» son minoría e incluso vistos como disidentes y tergiversadores de las enseñanza del maestro. La interpretación de los mediocres pasa a ser la «verdadera y oficial», marcada por ideas ajenas al original como «deportividad, juego limpio, rechazo a la violencia» incluso en sus aspectos imprescindibles para la comprensión de un arte marcial.

Hay que remarcar, que esto mismo ya sucedió mucho antes con nuestra propias artes marciales en occidente. La esgrima, utilizada hasta el siglo XIX como método para preservar la honra y batirse en duelo, pasa a ser una práctica deportiva, privada de su orientación original, que no era otra que herir a rival a ser posible sin ser herido por él.
Por eso también, a la llegada de artes marciales orientales, la tendencia por parte de los colectivos que las administraron, fue la de asimilarlas con la misma política «deportivizadora» con la que se gestionaron las artes marciales occidentales, transformándolas en «deportes» o bien en «prácticas espirituales», ajenas a lo marcial.

Y por último, el espíritu democrático, que en su lado positivo debería haber sido el que cualquiera pudiera tener acceso a las enseñanzas, se transforma en que su práctica ha de ser asequible para cualquiera, eliminando todas las «asperezas» que implica la misma, tanto en el ámbito físico, como en el «moral». Y así estamos…

2 Respuestas

  1. fernando

    Se que voy a sonar radical.
    No creo en la deportivizacion de las artes marciales.
    Creo que el deporte como tal, desde su raiz filosofica a sus objetivos no se parece en nada a los de un arte marcial.
    Arte marcial+deporte= deporte de contacto.
    Cada vez hay mas deportes de contacto y menos artes marciales. De hecho en muchas aa mm tienen que poner una materia aparte para dedicarla a la defensa personal. Conozco un par de casos de profesionales con alta graduacion que en un inconveniente en la calle les dieron una verdadera paliza…
    Porque la defensa personal no es hacer la misma tecnica «un poco mas fuerte» o hacer lo que el árbitro normalmente te prohibiria.
    Si entendemos al arte marcial como una tecnica, mas o menos elaborada, de salir airoso de una situacion peligrosa, el deporte poco o nada tiene que ver. La pisocologia, los objetivos…no tiene nada que ver..
    Quizas tenga mucho que ver que nuestros peores enemigos no sean salteadores despiadados, hordas barbaras o ejercitos totalitarios arrasando nuestra aldea…y que lo sean el estres, el colesterol, la ansiedad y la hipoteca…
    Pero yo aun tengo fe de que se pueda recuperar algo de ese espiritu, al menos quiero pensar que mientras quede algun irreductible defensor, la antorcha no se apagara…
    Eso espero y no acabar creyendo en lo que un amigo me dijo una vez: «eres un nostalgico, tarde o temprano ese concepto estara solo en los libros de historia» 🙁

    • antonioleyva

      Desde el momento en que algo no es estrictamente necesario, podemos temernos que su desaparición es sólo cuestión de tiempo. Por eso mi objetivo es que el nuevo practicante considere «imprescindible» aprender el sistema en todas sus dimensiones, aunque posiblemente no en toda su profundidad (algo que tengo la certeza de que ya no es posible hoy en día).

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