El entrenamiento invisible.

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Voy a hablar de la importancia de la actitud con la que realizamos ciertas cosas, por encima de la importancia que por si mismas puedan tener.

Un ejemplo de ello es el modo en que aprendíamos aplicaciones con el Maestro Liu. Siempre partíamos de una posición natural, en pie, sin adoptar previamente guardia de combate alguna. Del mismo modo, los ataques se realizaban desde la misma posición.

Esto es algo ilógico en un combate, pues estaremos ofreciendo numerosos blancos a nuestro rival, blancos que una posición de guardia «cerraría» haciéndonos menos vulnerables…

Ante un «combate declarado», no adoptar una posición de guardia, es una locura. Sin embargo sucede que en el ámbito de la defensa personal, lo menos habitual es que se dé un «combate declarado». Por contra el «enemigo» ataca por lo general sin previo aviso y actitudes como colocarse en una guardia «de boxeador» son un aviso que no deja muchas dudas sobre las intenciones de quien está delante y en la práctica, un modo de aviso.

Con el tiempo me he dado cuenta de que había un componente «oculto» en esta forma de entrenar. Al partir siempre de una postura «natural», ésta se convirtió en mi «guardia». Más allá de lo idóneo o no de dicha postura, está el hecho de que emocionalmente, ya estoy en guardia en esa postura. Para pasar de un estado «normal» a uno de «combate», se precisa una transición, que no es instantánea por lo general. Uno de los «gatillos» que nos conduce a dicho estado es precisamente el adoptar una «postura de combate».

Puesto que «cualquier postura» es ya, gracias al hábito adquirido en el entrenamiento, una postura de combate», no es necesario hacer una transición. Uno ya está «alerta» en todo momento. Esto no es lo mismo que «invencible» o que no puedas ser sorprendido. Pero si que es más complejo que con el resto de personas que no ha experimentado el mismo tipo de entrenamiento.

Tampoco implica una permanente paranoia sobre si se va a ser atacado. Simplemente, de un modo inconsciente, estás más «atento» a tu alrededor y en el peor de los casos, si eres sorprendido, tus reflejos están condicionados para actuar desde la posición que normalmente tengas y no a partir de una predeterminada. Esto cuanto menos, es una ventaja de tiempo, muy pequeña, es verdad, pero ventaja al fin y al cabo.

¿Y merece la pena?. Desde mi punto de vista, toda ventaja en cualquier ámbito de la vida merece la pena, pero podemos entender que en nuestro modo de vida actual, la necesidad de saber hacer frente a una agresión es baja. No es imposible ser objeto de una, pero si que es algo poco probable.

¿O no?. Es cierto que en los más de 20 años largos que llevo practicando TCC sólo he sido objeto de una agresión inesperada, real y grave y que el resto de las situaciones de «conflicto» se reducen a unos pocos casos de «moderada» gravedad.

Pero lo que si me ha sucedido es ser partícipe en varios accidentes de tráfico (por suerte y hasta donde yo sé, sin culpabilidad por mi parte y en varios de ellos sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlos, como es el reventón de una rueda).

Voy a contar un par de anécdotas al respecto. En una ocasión, mientras caminaba con un amigo, cruzamos un semáforo que teníamos abierto. Justo por delante, a unos dos pasos, cruzaba un niño de unos 10-12 años. Por mi parte, la actitud de guardia y de «no fiarme», me llevó a mirar antes en dos direcciones (si, incluso en la que se supone que no pueden venir coches). Así me di cuenta que un camión que se acercaba, no parecía estar frenando. Sorprendido me di cuenta que ni mi amigo, ni el niño se habían dado cuenta y que seguían andando de forma que se colocaban en la trayectoria  del camión. A mi amigo logré agarrarle por la ropa y tirar de él. Con el niño no tuve tanta suerte, logré rozar la ropa, pero no agarrarla con la suficiente fuerza, escapándoseme de los dedos. Aunque nunca supe que fue de él, pues fue evacuado de inmediato, por la naturaleza del golpe recibido mi impresión era poco optimista. Pero al menos ni mi amigo ni yo sufrimos daño y me consta que mi compañero estaba tan expuesto como el niño y que no hubiera podido evitar el atropello.

La segunda terminó bastante mejor. Conduciendo mi coche por una autovía de circunvalación, al poco de incorporarnos y mientras hablábamos precisamente de la necesidad de mostrar un constante «estado de alerta», un motorista perdió el equilibrio cayendo ante nuestras ruedas. Primero le esquivé y tras frenar un poco y conseguir una cierta distancia de seguridad, pasé a cubrirle con mi coche mientras rodaba por el suelo, hasta que se detuvo por completo, protegiéndole de un posible atropello hasta que se detuvo.

Lo más gracioso, el comentario del alumno : «¿Es que sabías que se iba a caer?». Evidentemente, no, no lo sabía. Pero lo que si estaba, es alerta.

Y en un plano más frecuente e incluso práctico, el número de heces perrunas que he pisado en los últimos años es realmente bajo, siendo la mayoría en casos de nula visibilidad, porque en caso contrario, de forma involuntaria, llaman mi atención mucho antes de que este tan cerca como para pisarlas.

Otro ejemplo de práctica «invisible» es la práctica de la forma. Personalmente «siempre» visualizo su uso práctico mientras ejecuto una forma. Y sobre todo, en dicha visualización intento ser muy consciente de la «ventana» por la que se acerca el ataque del imaginario agresor, o donde se encuentra mi objetivo.

Para simplificar, visualizo si el ataque de mi rival imaginario viene por la derecha o por la izquierda de mi eje vertical y si lo hace desde/hacia la zona superior o inferior de mi torso. Si lo hace de forma recta o cruzando cuadrantes…

Todo esto lleva a que aunque sea de modo «involuntario o marginal», la práctica de formas me entrene en habilidades que aparentemente están restringidas al entrenamiento por parejas y en especial al combate y aunque en absoluto lo sustituyen, suponen un importante complemento. Y a que durante un posible conflicto, uno tenga de modo «automático» la vista y la atención en donde resulta más «productivo».

Seguro que en tu entrenamiento hay «elementos invisibles». Tomar consciencia de los mismos, te dará otro nivel de profundidad en el entendimiento y progreso de tu arte.

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