Aplicaciones

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Prefacio

      En el Taiji Quan las aplicaciones surgen de las formas, el modo de realizarlas, del Tuishou. Si contemplamos el hecho de que el Taiji Quan es un arte marcial, entonces el conocimiento y la pericia en las aplicaciones resultan ser algo imprescindible para su práctica correcta.

Descripción

     Las aplicaciones en el Taiji Quan pasan por cuatro tipos de técnicas, “Shuai” (Proyecciones), “Ta” (Golpes), “Tienn” (Puntos vitales) y “Na” (Luxaciones y controles).

      Cada movimiento de la forma, es susceptible de ser aplicado según cada una de estas categorías, es decir, de cada movimiento se puede obtener una aplicación en forma de proyección, luxación, golpe y todas ellas pueden llevar aparejado el ataque sobre un punto vulnerable.

       Siguiendo los principios del Taiji Quan estudiados en el Tuishou, el practicante, ante un ataque, debe procurar cerrar la distancia, para entrar en contacto y una vez logrado, pegarse, adherirse, escuchar y neutralizar la técnica del adversario. Una vez logrado (para ello habremos aplicado una técnica que anule la del adversario), aplicaremos, en función de la ventaja obtenida, una aplicación que “finalice” al adversario.

Una característica propia (aunque no exclusiva) del Taiji Quan es que la técnica de defensa, debe ser también la técnica de contraataque, es decir, se usa una sola técnica para ambas funciones. Resulta complicado de explicar, pero se traduce en que mientras que una parte del cuerpo neutraliza, la otra va buscando ya la ventaja y atacando, así pues, no es muy exacta la cronología de: defensa -> neutralización -> contraataque, mas bien, sería algo simultaneo, donde en cada instante predominase una actitud en particular en cada parte del cuerpo, pero donde siempre estarían todas presentes.

Objetivos

      Se trata aquí de aprender a utilizar las técnicas del sistema y a hacerlo según los principios del mismo, es decir, relajación, no choque de fuerzas, etc.
Aun no es combate, pero ya estamos más cerca.

Métodos de entrenamiento

    El método más lógico es analizar cada movimiento de las formas y buscar sus aplicaciones, sin olvidar las múltiples variantes. Luego con un compañero, practicarlas ante ataques predeterminados, variando según mejore la habilidad, la velocidad, fuerza, ritmo, etc.

     Para que la técnica llegue a ser un conocimiento “real”, debemos entrenarla con cuantos más compañeros podamos, mejor. La razón es que de esta manera aprenderemos a hacerlo frente a compañeros de distinta fuerza, tamaño, velocidad, actitud…

      Una buena idea es aplicarla tanto desde el contacto, en el marco del Tuishou como desde la distancia, donde aprenderemos a cerrar el hueco entre nosotros y el adversario (el trabajo de pasos es fundamental aquí).

    Cuando conozcamos de forma “completa” aplicaciones para cada movimiento de la forma, llegará la siguiente etapa.

Un paso lógico

     Una vez que aplicaciones para cada movimiento son ya conocidas, el paso lógico al entrenarlas es “resistirse” a ellas, de forma que el compañero tenga que aplicarse a fondo, (no basándose en fuerza, sino en la técnica), buscando solución a pequeños inconvenientes como son un adversario “rígido”, o un adversario “móvil”, una guardia “incómoda”, etc.

       Esto nos demostrará que la técnica que teníamos prefijada en la mente es, normalmente, imposible de aplicar como tal. Es necesario realizar pequeños ajustes en forma de pasos, dirección de aplicación de la fuerza, control del adversario…, situaciones todas que nos recuerdan al tuishou, que es donde nos nutrimos para solucionar el problema.

       Este modo de entrenar es algo que surge de forma automática en cuanto el nivel de aplicación empieza a ser algo intenso y el compañero busca como anular la incomodidad o el dolor que le produciría una técnica bien aplicada.
Con este entrenamiento aparecen las famosas “variantes” en las aplicaciones, que nos darán una gran riqueza de recursos, dando la impresión que las técnicas se multiplican a partir de unos pocos movimientos.

       Llevando este espíritu de no colaborar con el adversario, debemos intentar anular las técnicas del compañero con una contratécnica propia y de esta forma, llegar a encadenar varios ataques y contras de forma fluida, sin romper los principios básicos.

       Uno realmente conoce una técnica cuando es capaz de aplicarla en sus distintas variantes de proyección, golpe, puntos y luxación, cuando es capaz de crear pequeñas modificaciones sobre la marcha, para responder a la resistencia del adversario y por último, cuando es capaz de defenderse de ellas con otro movimiento/aplicación.

       Otra posibilidad es, al igual que hicimos con el tuishou, ir añadiendo paulatinamente, distintos grados de libertad, de forma que tengamos que responder a distintos ataques, o a un mismo ataque, pero sin especificar si llegará por la derecha o la izquierda…

       Voy a añadir aquí una anécdota del maestro Chan Kowk Wai, de Brasil, ante las preguntas de uno de sus alumnos:

     – Maestro, nosotros ¿cómo podríamos saber tantas aplicaciones de los
movimientos de los KaQi (formas) como sabe usted?

A lo que Chan contestó:
¿ Sabe por qué yo sé todas las aplicaciones de las formas? Mi maestro enseñaba muy simplemente, mostraba los usos más evidentes, simples, no los elaboraba.
De ahí que yo estudié, estudié, comparé estilos, pensé… hasta que terminé
sabiendo la mejor aplicación de cada movimiento…

        Utilizar la cabeza, improvisar y adaptarse a las diferentes variantes, en base a nuestro esfuerzo personal de investigación, nos proporcionará la mayor pericia.

Problemas

      Aquí surgen varios problemas de difícil solución en el entrenamiento, sin que exista una solución que responda de forma completa a todas las situaciones. Por un lado, existe el riesgo de volverse demasiado “blando” por miedo al dolor (propio o del compañero), de forma que las técnicas, aunque potencialmente correctas, carezcan de efectividad. El riesgo contrario es el de las lesiones, que además en algunos casos, como en las luxaciones, pueden llegar con facilidad, pues la diferencia entre una ligera molestia al aplicar un control y una grave lesión, es de unos pocos gramos extra de presión.
Una solución parcial podría ser el uso de protecciones, aunque según para qué clase de técnicas, o bien no resultan eficaces, o bien dificultan la acción, además de reducir el sentido de “alerta”.

      Otra opción, es combinar un cierto grado de control, con la práctica de ciertos tipos de QiGong (del tipo “Camisa de hierro”, etc), de forma que nuestra resistencia se vea aumentada, combinado con un compañero que no se exceda a la hora de poner las aplicaciones a prueba.

      Por último, está la posibilidad de actuar siempre con una extrema “suavidad” y cuidados para con el compañero, aunque de este modo, nuestra efectividad nunca será muy alta.
Hay que asimilar que el dolor, aunque no puede ser el protagonista de nuestras sesiones de entrenamiento, tampoco puede quedar totalmente fuera. Un cierto grado de riesgo es lo que nos hará progresar de modo más completo. El grado que cada uno quiera asumir es algo personal y que no puede forzarse en los demás.

      La práctica de las aplicaciones se puede ver afectada por los mismos problemas y errores que se han descrito en el tuishou y la solución, pasa por respuestas similares.

Epílogo

      Aunque ya se le parece mucho, las aplicaciones no son combate. De hecho, por el término “combate” se pueden entender muchas cosas, y el entrenamiento que hasta ahora se ha comentado resulta útil para responder a ciertas modalidades del mismo, como puede ser una agresión por sorpresa, pero resultan menos válidas para un enfrentamiento del tipo “duelo”.

     Nota: La anécdota sobre el maestro Chan, es cortesía del sifu Horacio Di Renzo, maestro de Artes marciales Chinas en Argentina.

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